A PESAR DE MONTORO EL NUEVO CINE YA ESTÁ AQUÍ

No se os ocurra jugar al póker con Alicia Luna, nuestra firma invitada de hoy: os desplumará. Mejor acercáos a la Escuela de Guión de Madrid, en donde ejerce de directora y maestra. O ved sus películas, como la fantástica Te doy mis ojos con la que ganó el Goya al mejor guión, leed sus libros… o simplemente contagiáos un poco de la esperanza que nos trasmite en este artículo.

Aida-Folch-Dani-y-Jordi

por Alicia Luna

El lema que durante años es casi mi dogma de fe, yo que no tengo ningún dogma y ninguna fe, es que tengo el deber de enseñar lo que aprendí. Llegados los tiempos que tenemos ante la puerta de cada casa, vengo a darme cuenta que lo que aprendí está ya obsoleto y debo volver a dejar que otros me enseñen a mí.

Cuando digo otros me refiero a las gentes españolas de veintes y treintas que hacen cine en estos días. Que se han liado una manta a la cabeza para no dañarse de tanto portazo que les da el Gobierno pepero y las productoras que llenaron, pero también vaciaron nuestros cines, y se han lanzado a producirse ellos mismos. Me estoy refiriendo a las gentes que empiezan una carrera como empezamos nosotros hace veinte años. Embaucando a amigos y sorteando enemigos para hacer algún dinero y tirar p’alante y rodar.

Esta manera de trabajar tiene el peligro de convertirse en propaganda de un cine que nace y muere en cada primera película. La aplaudo desde mis veinte añazos en la profesión por el esfuerzo y empeño que demuestra cada valiente que se mete en ella, pero cual profeta barato aviso que trabajar sin cobrar no es una profesión si no una anécdota.

Hace veinte años el cine añejo, el cine que los espectadores se habían cansado de ver era el cine español que hablaba de la guerra (¡cuidado! Soy de la opinión de que hace falta más revisión y menos parches. Que en este país que nos está quedando de tuertos, el ciego es el rey. Me corrijo: en este país de atletas, el cojo es el rey.)

Los espectadores de aquella época, se habían cansado del cine oscuro, lento, garbancero, costumbrista. Los viejos cines se convertían en supermercados Día. Y una inyección en vena político-social nos dio un revolcón a todos y llegaron películas de gente que por entonces eran los nuevos cineastas. Llegaron Hola estás sola?, Días contados, Familia, Historias de Kronen, Ander eta Yul. Y el cine guerrilla de Almodóvar con su Pepi, Luci y Boom… se convirtió en un cine menos irreverente como el de Qué he hecho yo para merecer esto. Llegaban a las salas Vacas, Boom, boom, Sexo Oral… Y las pantallas de cine tuvieron que multiplicarse porque las gentes querían ver cine, y cuando digo cine, digo cine español. Los productores que eran más independientes que lo son ahora (el cine español siempre ha sido cine independiente) conseguía que Alain Tanner viniera a rodar a España y coprodujera con españoles, que Ken Loach se interesara por temas españoles y coprodujera con españoles. Era la época en que Tornasol Films se componía de tres amigos cineastas y locos.

Por aquellos años yo estudiaba guion de cine y he de decir que algunos de los profesores, todos guionistas, se complacían con sus tesis de fin del mundo: “¿Por qué os quereis dedicar a esto, si el cine está muerto?” Pero no solo no murió, si no que despertó del letargo.

Pues bien, la intuición me dice que estamos en el mismo punto de giro, para hablar como mi profesión de guionista merece, en un punto de inflexión que cambiará las cosas. No es que estemos viviendo un primer acto telúrico de descomposición. Es que estamos alargando el tercer acto, el del desenlace y resolución. Esta película ya ha finalizado y ha comenzado una nueva. Como en los viejos cines de sesión continua. Salgan todos a mear rapidito, echen fuera un cigarro, que dentro ya no está permitido, y vuelvan al cine que la siguiente sesión arranca.

Y arranca con fuerza. Con películas de todo color y pelaje. Películas premiadas en nuestro más importante festival, el de San Sebastián, ese festival internacional que acontece en España donde los españoles nos acostumbramos a llevarnos los premios de consuelo. Recuerdo las palabras de un actor español cuando en una edición del festival alguien nos dijo que ganaríamos ¡seguro! ¡sin ninguna duda! y él salió al paso avisando: “no os lo creáis, siempre hay algún chino jodiendo.” Y efectivamente, nos ganó una película coreana. (Perdón por meter en un mismo cesto a todo el mundo asiático).

En el cine español siempre ha habido Javieres Rebollo, Ivanes Zulueta, Jose Luises Guerín, Anas Díez e Icíares Bollain. El relevo llega y lo hace con fuerza, haciendo oídos sordos a los agoreros que continúan con la monserga de por qué os dedicáis a esto si está muerto.

Estos veinte y treintañeros están haciendo sus películas como pueden, se han aliado, han producido y han levantado historias para ser vistas. Si los festivales les dan la espalda crean otros como el Festival Márgenes, si los productores que un día fueron alternativos no les abren la puerta, se las producen ellos. Y así nos llegan entre muchas: La Herida, El Rayo… Están ya aquí y yo desde luego quiero volver a aprender. Quizá hubo una lección que me perdí. Quiero escucharles, quiero apoyarles. Quiero poder mirar a la pantalla y sorprenderme ante el esfuerzo, el ánimo, la resistencia y el talento de los que llegan. Quiero agradecerles que a pesar de los agoreros, los agujeros presupuestarios y las negativas que reciben sigan adelante.

Y sobretodo quiero no olvidar los derechos sociales y culturales que nos han quitado para más pronto que tarde recuperarlos.

LA BARBA DE LOS GUIONISTAS

Con una considerable trayectoria como guionista, analista de guión y creador de contenidos, Roberto Alfaro debutó en el cine el año pasado escribiendo el guión de “Ni pies ni cabeza”, de Antonio del Real. Actualmente se le acumulan los proyectos entre los que destaca la adaptación cinematográfica del cómic “De perros y de huesos”.

Por Roberto Alfaro

Bajo el techo del hogar, normalmente soy un tipo que tiende a la distracción y a procrastinar en un nivel experto-premium. Pero cuando salgo a la calle como un perrillo que tensa la correa y tira del amo como si no hubiera mañana, me convierto en un avezado observador. Supongo que esta condición viene de serie si nos queremos dedicar a juntar letras de una manera, por lo menos, medianamente decente. Por eso, bajo el prejuicio de la apariencia, suelo desconfiar de un guionista que habla más de lo que escucha, o que tiende a mirarme fijamente en los silencios antes que observar a la gente atractiva que pasa a su lado. O, ya el colmo, que simplemente pide “un café” sin reparar en que el camarero es una persona humana, y no entabla una conversación más empática del estilo “por favor, cuando puedas me traes un descafeinado con leche, de máquina, corto de café, con la leche muy caliente, en vaso, y con un vasito de agua, muchas gracias majo”.

Como veo que no acabo de explicar mi teoría de la observación, iré al grano: ¡¿Por qué coño casi todos los guionistas tenemos barba?! En serio, después de acudir a diversos actos de encuentro con compañeros y de tomar más de 470 cañas y 130 cafés (aproximadamente) empecé una tesis sobre el tema de la barba, pero a los pocos segundos la abandoné, y no por mi procrastinación innata sino porque era una auténtica chorrada de tesis. No me hacía falta perder el tiempo escribiendo folios y folios sobre un tema tan apasionante como la barba humana para coscarme de una máxima: los guionistas llevamos barba para imponer respeto. Alguna compañera del mundillo se sentirá rechazada, pero cuando hablo de barba también me refiero a bigote (más o menos poblado), perilla, pelusilla… y todas las acepciones que se os ocurran, así que todos y todas tenemos la opción (si nos da la gana) de entrar en el selecto club.

Al caso, me viene a la memoria el gran Pau Gasol. Una vez le escuché una anécdota que os relato: cuando Pau llegó a la NBA era un buen jugador que había conseguido títulos en Europa, pero aún no había explotado todo su talento en la competición de basket  más competitiva del mundo. Tenía cara de no haber roto un plato y de recibir collejillas de los All Stars. Era un fideíllo, un tirillas, y, lo peor, siempre se le veía afeitado de manera ejemplar. No jugaba mal, pero algo fallaba para triunfar en el entorno yankee: le acusaban de falta de carácter y de ser blando. Los pívots americanos se lo merendaban en el cuerpo a cuerpo. Pero entonces Pau encontró una solución: cogió kilos de musculatura, mala hostia, se atusó el pelo largo como Sansón, y lo más importante, se dejó barba. Al poco, le llegó la gloria. Ya no se amedrentaba, imponía a sus rivales, asustaba, y sobre todo, imponía RESPETO.

Gasol

Sinceramente creo que a los guionistas se nos ha perdido el respeto en esta España mía, esta España nuestra. Una buena pregunta sería saber si alguna vez lo llegamos a tener. Supongo que Azcona, sí. Pero el grado de valor actual, el que yo conozco al menos, es tirando a ínfimo.

Sabemos del poder del Sindicato USA, la labor de los agentes, la Black List, el poder de la INDUSTRIA americana, y demás. Vale, es otra liga, y es ridículo comparar. Es como pedirle al Rayo Vallecano que gane la Champions. Pero no veo tanto problema en copiar lo que funciona, en fijarnos en países como Reino Unido, Francia o Alemania, y sobre todo en dar valor a nuestra profesión. Además es gratis. No cuesta nada. Y ya no digo que nos dejemos barba (que también) para que nos respete el productor de turno o la cadena de siempre, sino para que nos respetemos y nos valoremos a nosotros mismos.

Debemos sentirnos orgullosos de lo que escribimos, sólo así no perderemos la dignidad cuando llegue la hora de negociar nuestro sueldo. Habrá veces que escribamos por amor al arte, algunas porque tenemos fe ciega en un proyecto, otras para pagar la hipoteca, y las menos para que nuestro nombre tenga un destacado en los libros de Historia del Cine/TV. Pero que todas ellas nos llenen, aprendamos, valoremos, e incluso disfrutemos con pasión y entusiasmo.

Tenemos que luchar por nuestros textos, moverlos por todas las vías posibles para que vean la luz, ser tremendamente activos, trabajar, trabajar, trabajar, ser constantes, y disfrutar del proceso. Todos hemos pasado por hacer trabajos gratis, por cobrar miserias, por escribir mierdas que nada tienen que ver con nuestro criterio de estilo, etc, etc, derrotismo, etc, etc, más derrotismo, etc, etc, etc… Pero recordad, estamos luchando día a día por lo que verdaderamente nos gusta, la mayoría de la gente no puede decir lo mismo, somos especiales, sintámonos orgullosos de ello.  

Un ejemplo. Uno, que es observador, se ha percatado de que en rarísimas ocasiones nos acordamos de nuestros propios compañeros en las entregas de premios. Creo que se vuelve a hacer patente la falta de valor a nuestro gremio. Aunque no lo comparto plenamente, me parece lícito que en estas ceremonias se critique al gobierno, a la situación del Tibet, al representante friki de Eurovisión, o al cuñado tocahuevos que no me ha pasado los langostinos en Nochebuena. Pero para treinta segundos de gloria que vamos a tener, en serio, me hubiera encantado que alguien se acordara de los propios guionistas o que se reivindicara nuestra profesión. Qué bonito sería acordarse de gente que nos inspira, que admiramos, que leemos con pasión, como Wilder, Allen, Kaufman, Goldman, Sorkin, y qué coño, Azcona, Alejandro, Guerricaechevarría, Gaztambide, y tantos otros.

Nos tenemos que citar más para darnos a conocer y conseguir romper el anonimato mediático. ¡“Guionista”, hay que decirlo más! Gente como Javier Olivares, Nacho Faerna, David Muñoz, Natxo López, Sergio Barrejón, Paco López Barrio… (que tenemos el gusto de leer por estos u otros lares), dignifican la profesión y son la punta de lanza con la que debemos asomar, aún más, la cabeza. Si os dais cuenta, ¡¡¡todos ellos con barba!!! Otros compañeros, entre los que modestamente me incluyo, como Salva Rubio, Raúl Serrano, Gabi Ochoa, Daniel Martín Novel… estamos luchando por hacernos un hueco y empezamos a saborear esas semillas que hemos ido plantando al cabo de los años. Y qué decir de aquellos que empiezan, hay talento y ganas de romper con lo establecido, y eso, estoy seguro, nos hará escribir mejores historias.

Aprovechemos que el mundillo del guión está más vivo que nunca gracias a la cantidad de vías que tenemos para mover nuestras historias y a las redes sociales: Alicia Luna es el alma máter de  #vinoguionistas, Daniel Castro y Juanjo Ramírez se han atrevido a escribir un guión en 24 horas y lo han publicado, éste último incita a que escribamos nuestro propio episodio de “Black Mirror” para demostrar nuestro potencial, con Fernando Hugo estuvimos charlando el otro día sobre una posible Black List española, guionistas patrios de postín cuelgan sus guiones en la red… y así un largo etcétera que suele venir avalado por unas simples cañitas o unos poleos para vernos las caras de vez en cuando.

Fuera de bromas, hay que seguir luchando y no desesperar a pesar de la que nos cae, estemos unidos, sin temor, sin negatividad, sin escusas, sin derrotismos. Nos dedicamos a lo que nos mola, no es ninguna cruz. Además, si la cosa no resulta, siempre nos queda la crucifixión, que no está tan mal, y silbar una alegre melodía. ¡Eric Idle simbolizaría a las compañeras guionistas (sin barba), y todos los demás a la legión masculina! Y, casualidad, ¡¡¡todos con barba!!! Os imagináis…

 

CHEJOV PARA TOMAR O PARA LLEVAR

Por gabkarwai

Un amigo con problemas de conflicto (en su guión), me llamó:

– Gab, esto no entra ni a martillazos (que diría Paco López Barrio).

Yo que ando liado y centrado en lo mío me hice el remolón, pero finalmente accedí a echarle un vistazo a su guión. Después de leerlo me acordé de Joaquín Oristrell y de Anton Chejov. Lo sé, no viven en el mismo edificio, pero de los dos saqué algo de provecho.

Del primero, catalán y guionista, maestro y mejor persona, siempre recordaré, no solo aquel seminario que dio en La Enana Marrón en Madrid (¿ese sitio sigue existiendo?) donde se merendó a Yolanda García Serrano (perdónenme la expresión), sino por sus palabras en ese magnífico libro de Alicia Luna “Matad al guionista… y acabaréis con el cine”. Hay una frase que me servía para esto de mi amigo: “PUTEAR AL PROTAGONISTA.- Intento dejarme llevar más por la idea y el protagonista y no ceñirme mucho a normas, pero sí es cierto que hay un momento que sientes que evidentemente la película empieza. Y tiene que empezar de verdad. Creo que, en general, los guionistas en España tenemos el defecto de hacer los primeros actos muy largos.

Sí: dedicamos innumerables secuencias iniciales a presentar a los protagonistas, que majos que son, cuál es su rutina, que vida tan ajetreada, etc, pero olvidamos que el espectador medio quiere saber en qué lío están metidos, y qué piensan hacer para salir de él y eso, si lo damos en los 5 primeros minutos, ya tenemos algo ganado.

Esto fue lo primero que le dije a mi amigo.

Lo del Chejov vino tiempo después (o sea el sábado 7 de julio) después de reflexionar sobre el guión, y regresar de Madrid donde vi, entre otras cosas, el “Ivan-Off” de La casa de la portera.

Cualquiera que conozca la dramaturgia de Chejov sabe que trabaja siempre con personajes atormentados que tienen dos conflictos: uno externo que le impide moverse, por lo que está hierático, enfermo, asustadizo, quebrado; y otro interno que tiene que ver con su conciencia. Es decir, algo más prosaico y algo más del alma humana.

Si analizamos a Treplev, el protagonista de “La Gaviota”, tendríamos un joven escritor al que su esbozo de primera obra no acaba de cuajar, y un hijo bajo la influencia de su madre, y su padrastro, que nunca logra despuntar. Un conflicto concreto y otro más abstracto.

Si nos quedamos con ese Ivanov que tan magistralmente crea Raul Tejón (vayan a verla), veremos un joven que tiene una deuda con sus vecinos, y un hombre traumatizado porque no quiere a su mujer y se deja seducir por su vecina. Conflicto concreto claro (la deuda) y abstracto determinante (los designios del amor).

Pero lo importante para el guión de mi amigo viene del arranque de esos dos conflictos: tanto en una obra como en otra (como en “Tio Vania” o “Las tres hermanas”), esos conflictos arranca antes incluso del inicio de la obra: Treplev está nervioso por el estreno de su obrita ante su madre y padrastro, su obra ya está escrita, su conflicto ya está en escena. Lo mismo ocurre con Ivanov y su deuda, ya la tenía cuando empieza la función. De alguna manera Chejov arranca con unos personajes con sus problemas, evitando ese primer acto presentativo donde no ocurre nada, al que aludía Oristrell.

Lo importante de todo esto es que al hacer esto, Chejov puede dedicar el arranque a algo verdaderamente importante: el alma de los personajes. Cómo son, cuáles son sus pecados, donde nacen sus conflictos y porqué no les hacen frente, etc.

Cuando me compré “Cuaderno de notas” de Chejov en Buenos Aires me atrapó esta frase: “Se dice: al final del final la verdad triunfará. Pero no es cierto”. La dramaturgia de Chejov traza su conflicto en una suma de incertezas de las que nos sentimos profundamente reconocidos. Cada paso en falso de un héroe chejoviano, somos nosotros quien lo damos. En este cuaderno de notas, muy anárquico, priman, sobre todo, descripciones abruptas de personajes:

“La madre de Petrushka, aun ahora que es vieja, se maquilla los párpados.”

“Un vecino parte a Florencia para curarse el mal de amor. Allá lejos, se siente aún más enamorado.”

“Una abuela tiene seis hijos y tres hijas… pero su preferido es el borracho, el que está en prisión.”

Y así podría seguir… en los personajes pone su acento. En sus conflictos su esmero.

Por ser un poco anárquico, “Buried” bien podría ser una película escrita por Chejov. Me tildaréis de loco. O “En la ciudad sin límites” o “Revolutionary road”.

Tenemos mucho que aprender de los creadores rusos de finales del siglo XIX y principios del XX. Siempre pensamos en cómo crear el gran guión que maravillará al mundo, pero nunca nos damos cuenta que están escritos y que simplemente con saber reinterpretar estas comedias y tragedias encontraremos la esencia de una gran historia.

No quería terminar este post sin recomendaros este taller de escritura teatral diferente: partiendo de materiales de clásicos rusos, Draft-inn plantea que cada uno descubra su dramaturgia. Ya lo dije hace más o menos un año: todo guionista debería tener unos mínimos conocimientos de escritura teatral.

Buen verano.