Por Rafa Ferrero
Este es mi último post para GuionistasVlc, así que he decidido romper la baraja.
Seamos claros, los blogs de guión llevamos años mareando la perdiz, dando consejos de todo tipo sobre cómo escribir, pero evitando a toda costa hablar de lo verdaderamente importante. Ya era hora de que alguien tirase de la manta. Siento tener que ser yo, pero es que no se me ocurría nada para este post y claro, al ser el último, quería acabar en alto.
Después de que esto se difunda, probablemente, todo hijo de vecino (hasta el del primero izquierda) empezará a escribir guiones o, al menos, sabrán que podrían hacerlo si quisieran, y los guionistas dejaremos de ser admirados por la sociedad.
Sí, amigos, este es el post que responde a la pregunta:
¿Cómo tener ideas brillantes?
Con este título, imagino que muchos habréis llegado hasta aquí esperando encontrar fórmulas o consejos para ser más creativos. Tal vez imagináis técnicas capaces de catapultar la mente a un estado de hiperactividad o algo por el estilo. Pues no encontraréis nada de eso, al menos no de forma legal. El mensaje que os traigo es otro muy sencillo: Las ideas no brillan.
Buscar una idea brillante es como buscar una lámpara mágica. Puedes frotar todas las lámparas que quieras, jamás verás aparecer ningún genio.
Esto puede parecer decepcionante pero, si lo piensas bien, te darás cuenta de que en realidad resulta liberador, porque cambia las reglas de un juego en el que creías que ibas perdiendo. Ya no necesitas encontrar “la idea”, cualquier idea vale.
Los guionistas estamos obligados a parecer ingeniosos, creativos, ocurrentes, profundos… y toda una serie de adjetivos calificativos molones más. “Parecer” es la palabra clave de la frase. Nadie es todo eso. Es imposible. Vivimos de parecerlo, es lo que vendemos, así que nos hemos vuelto muy hábiles en esa tarea. Pero nadie sabe mejor que nosotros mismos lo delgada que es la línea en la que estamos practicando el equilibrismo.
Vendemos proyectos, trabajamos en equipos de guión, asistimos a reuniones y en todas y cada una de esas situaciones se espera de nosotros, cuando no se nos exige, que aportemos ideas brillantes. Convencer a todo el mundo de que somos capaces de conseguirlo una y otra vez es nuestro oficio. Pero la única forma de mantenerse en él y permanecer cuerdo es asumir que no son las ideas lo que brilla.
Si no me crees, prueba a hacer algo. La próxima vez que te cruces con un guionista, pregúntale en qué está trabajando y deja que hable. No hace falta que le escuches, lo que diga es completamente indiferente. Es más, procura no escucharle porque corres el riesgo de que consiga embaucarte y entonces el experimento fracasaría. Piensa en cualquier cosa y procura poner cara de “te estoy escuchando”. Cuando llegue el momento, y notarás que es el momento porque de repente se creará un silencio incómodo en el que él o ella esperará tu aprobación. En ese momento di: “Bueno, no está mal”. Dilo como sin ganas, como si le estuvieses haciendo un favor, pero dilo mirándole a los ojos porque en ese justo instante podrás ver la VERDAD. Verás inseguridad. Verás que nadie, ni siquiera el guionista más consagrado puede sentirse completamente seguro de ninguno de sus proyectos. Acaba de venderte la idea como si fuese la mejor que ha tenido la humanidad en toda su historia, pero si tú, que no eres nadie, no le das tu aprobación, la idea se tambalea. Todo se tambalea.
Solo los guionistas nivel jedi son capaces de recibir una mala crítica sin pestañear y mantenerse firmes. Su firmeza se apoya en una sola convicción, que ninguna idea es capaz de valerse por sí misma y que incluso las ideas de éxito, las que hoy en día se ponen como ejemplo, tuvieron los pies de barro en su momento y podrían haber fracasado, como cualquier otra.
Hay tantísimos factores que determinan el éxito o el fracaso de un proyecto, que la idea primigenia se diluye como uno más entre todos ellos. Toda idea es una apuesta, todo proyecto tiene posibilidades tanto de ser un éxito como de ser un fracaso y nadie puede saber realmente qué sucederá hasta que el proyecto no echa a andar por sí mismo. Por lo que vender proyectos es como mentir. El secreto está en que no se te note. Un buen guionista no es más que alguien capaz de mirarte a los ojos y decirte sin pestañear que cree ciegamente en su proyecto, a pesar de conocer mejor que nadie sus debilidades.
Deja de esforzarte tanto por encontrar la mejor idea posible y concéntrate en aprender a vender lo más cara posible la primera idea que se te ocurra. Tarde o temprano, una de esas ideas acabará siendo considerada brillante y podrás vender las siguientes aún más caras. De este modo, tal vez algún día, consigas vivir de escribir.
Deja de perseguir ideas brillantes. Coge cualquier idea y ponte a escribir. No le dediques ni un minuto a elegirla, cualquiera vale. Lo único que tienes que hacer es presentar esa idea de forma que sea entretenida, impactante, divertida… y sobre todo, que esté bien escrita, claro. Pero eso ya llevan años explicando cómo hacerlo los blogs de guión.
Un secreto a voces, pero quiero pensar que es una verdad a medias.