LA DUDA METÓDICA

Por Rafa Ferrero

Este de aquí arriba es el retrato más conocido de René Descartes. No está mal. Es cierto que René podría haber puesto algo de su parte y haberse vestido con algo más alegre ese día. Y tampoco habría pasado nada si al pintor se le hubiese ocurrido utilizar algún color para el fondo. Pero oye, en eso no me voy a meter.

Con lo que no estoy para nada de acuerdo es con la expresión que se refleja en su cara. Entendedme bien. Lo digo porque resulta obvio que este retrato no refleja su verdadera personalidad. Para conseguirlo, en vez de esta cara de: Ya estoy aquí porque he venido, Descartes debería haber sido retratado con cada de: ¿Y tú quién eres? No me fío…

¿Me explico? Así, con los ojitos finos, mirando como con desconfianza. Eso le habría hecho más justicia.

Porque seamos claros, René Descartes era un tipo desconfiado. Listo como pocos, eso hay que reconocérselo, pero desconfiado. No se fiaba ni de su propia sombra, literalmente…

Estoy seguro de que sus colegas de confianza iban por ahí diciendo de él a sus espaldas que era un pillarrollos. Y no exageraban, Descartes era un pillarollos de campeonato.

Para que os hagáis una idea de lo que hablo, os explicaré un par de cosas. Un día Descartes se fue a dar un paseo por el campo. Usaba un bastón y cuando paró a descansar un poco al lado de un río, la punta del bastón se hundió en el agua. Fue entonces cuando, al mirarlo, se dio cuenta de que el palo, a pesar de ser recto rectísimo, parecía torcido. Lo sacó del agua para comprobarlo y efectivamente el palo seguía siendo recto…

Aquello, como sabéis, tenía que ver con el efecto de la refracción de la luz en el agua. Pero él sentenció que sus sentidos le engañaban y decidió no volver a confiar en sus ojos nunca más.

Cuando llegó a casa, como estaba cansado de andar tanto trecho desconfiando de sus sentidos al mismo tiempo, decidió echarse una siesta. Era francés, pero ya os he dicho que también era listo, así que sí, se echó una siesta. Pero no una siesta cualquiera, una de las de pijama y orinal. Durmió tanto y tan bien, que hasta soñó.

El problema fue que al despertarse flipó langostinos porque él habría jurado que no estaba dormido. ¿Todo lo que acababa de soñar no le había pasado de verdad? ¿Entonces lo de aquella moza en el granero…? ¡No podía ser! ¡Acababa de vivir uno de los mejores momentos de su vida y resultaba ser un fake!

Estaba indignado. Así que, se paró un momento a meditar y llegó a una conclusión. Si no era posible distinguir entre vigilia y sueño, tampoco era posible confiar en ninguna percepción, así que… !Todo lo que creemos estar viviendo podría ser falso! Se dijo a sí mismo atormentado.

Pero fíjate tú cómo era que ni con eso se quedó tranquilo y todavía fue más allá.

En un arrebato se preguntó a sí mismo: ¿Y si existiese un ser superior extremadamente poderoso, un genio maligno vaya, capaz de manipular nuestras creencias de tal modo que incluso aquellas veces que creyésemos estar en la verdad más certera y obvia estuviésemos también equivocados? ¡Esto derrumbaría todo en lo que creemos! No podríamos estar seguros ni de que dos mas dos son cuatro. Y ya no te digo na de las tablas de multiplicar…

Llegados a este punto, en medio de la duda metódica, Descartes se preguntó… (como veis Descartes se preguntaba muchas cosas a sí mismo todo el rato. Pero lo bueno que tenía era que también se respondía. Ya os he dicho que era listo.) …se preguntó: Teniendo en cuenta que no me fío ni de mi sombra ¿Puedo estar seguro de algo?

Lo que vino después os sonará. Descartes llegó a la conclusión de que todo lo demás igual no, pero él, él mismo, fijo que existía porque: PIENSO LUEGO EXISTO. A ver quien es el chulo que le discute eso.

Pues bien, todo esto le pasó al bueno de Descartes en el siglo XVII. Y yo me alegro por él. De verdad. Porque si Descartes llega a vivir en el XXI, hubiese flipado mucho mucho. Estoy seguro de que Descartes habría odiado la época en la que vivimos por muchas razones pero sobre todo por una: Hoy en día es más difícil que nunca estar seguro de nada.

Atención porque ahora es cuando, dando un giro totalmente inesperado al post, me pongo a hablar de cine y televisión para justificar esta introducción tan rematadamente larga hablando de filosofía cartesiana.

Durante las últimas semanas se han ido sucediendo varias noticias que, de algún modo, consiguieron que me acordase de nuestro amigo René.

La primera es una de esas noticias que ponen en evidencia la falta de rigor y profesionalidad que se ha instalado en muchas de las redacciones de nuestros periódicos.

Un grupo de bromistas se dedicó a enviar durante años y de forma bastante periódica una serie de fotos a diarios locales como el Mediterráneo o el Heraldo de Castellón para que aparecieran en la sección de “Gente”, pasándolas como felicitaciones de cumpleaños, recuerdos de supuestos eventos sociales, aniversarios, etc… todas ellas completamente falsas.

Así fue, por ejemplo, como llegó a publicarse la foto de Gabriela Mistral, chilena premio Nobel de literatura, al lado del titular: Paquita ya ha conseguido el graduado.

Parece de mucha risa, pero detrás de este timo hay una realidad preocupante, las noticias cada vez se contrastan menos. Un rumor en las manos adecuadas puede alcanzar la calidad de noticia en pocos minutos gracias a las redes sociales. Sirva como ejemplo el absurdo rumor que afirmaba que Andrés Iniesta iba a donar los 300.000€ de prima que acababa de embolsarse por ganar la Eurocopa a los afectados por el incendio de Valencia. En este blog podréis ver cómo el tweet de un anónimo, lanzado sin citar fuente ninguna, fue retweeteado por periodistas y gente relacionada con los medios de comunicación tan alegremente, sin molestarse en corroborar nada y propagándolo como la pólvora. Lo que empezó siendo un rumor, pasó a ser noticia y Iniesta en persona tuvo que desmentirlo porque hubo quien se lo había creído, claro. De hecho es probable que todavía haya quien tenga a Iniesta puesto en dos altares, el del fútbol y el del altruismo.

Y ya que estamos hablando de fútbol, sigamos. Alemania denunció a la televisión de la UEFA por manipular las imágenes del partido de semifinales Alemania – Italia. ¿Lo sabíais?

La cosa es simple. Italia marca un gol y aparece en pantalla la imagen de una alemana llorando. Todo muy normal si no fuese porque esa alemana en cuestión no lloró por ese gol sino que había llorado unos cuantos minutos antes al escuchar el himno alemán. El muy pillo del realizador se había guardado ese as en la manga para usarlo cuando más le convino.

Pues bien, según la UEFA eso no es manipular, es un juego de imágenes que trata de reflejar “la historia humana del juego”. Después de ZP negándose a decir crisis y Mariano evitando a toda costa decir rescate, ahora llega la UEFA con esta forma tan elegante de evitar decir manipulación.

Nos engañan a todas horas. Por Dios santo ¡pero si hasta los documentales están manipulados! ¡pero si hay canales de televisión capaces de vender representaciones teatrales mal ensayadas como entrevistas serias en un informativo!

Pero parece que no nos importa. Es más, yo diría que esta sociedad se regodea en la mentira. La mentira y el engaño venden, por lo que ya no hay ni que disimular.

Ahora mismo Ambipur tiene un anuncio en emisión que te garantiza que su ambientador para coche te dará sensación de limpieza aunque no sea así. Puede que en tu coche haya un palmo de mierda, pero tu tendrás la sensación de que está como los chorros. ¿Eso es lo importante no? No la limpieza en sí, sino la sensación de la misma.

 Aspirina, sí, la que actúa en el foco del dolor, lleva años anunciándose a sí misma diciendo que es capaz de aliviar los síntomas del resfriado, del dolor de espalda… Da igual lo que sea que te esté fastidiando la salud, no importa el problema real, importan los síntomas, la sensación.

¿Y qué me decís de la cirugía estética? La base de este negocio consiste en vender que lo importante es la apariencia, y les va de fábula. El porcentaje de tetas falsas crece por momentos.

Pero al mismo tiempo que está pasando todo esto, está ocurriendo algo en sentido contrario casi igual de desconcertante. Aquellos que se sitúan a sí mismos en el terreno de la ficción son los que acaban hablando de verdades como puños.

La semana pasada se publicaba esta noticia en Publico. El director argentino Pablo Trapero acaba de estrenar su última película “Elefante blanco” (se estrenará en España el 13 de julio). La historia está localizada en un poblado chabolista bonaerense y, tras un mes de su estreno allí, el intenso debate creado en los medios de comunicación ha provocado que las autoridades hayan puesto en marcha el Plan Nacional de Abordaje Integral (Plan Ahí) para realizar tareas sociales en estos barrios pobres. La película, además, ha sido declarada de interés social y cultural por la Ciudad de Buenos Aires.

Esto no lo ha provocado el artículo de ningún periódico, ni un reportaje periodístico en un informativo, ha sido una película. Su director afirma que el filtro de la ficción consigue que la gente se anime a mirar más. Parece ser que para ver según qué realidades incómodas, a veces, verlas a través de la ficción resulta más fácil. Este es el poder de la ficción, que ofrece la posibilidad de reflexionar sobre la realidad de un modo distinto.

Esta idea resulta tremendamente interesante y no hace falta irse a Argentina para comprobarlo. Rokambol News, por ejemplo, lo demuestra cada día desde la terreta. Sus noticias, tras una apariencia humorística, atesoran tanta verdad que asusta.

¿Y las series? ¿Qué me decís de las series?

Prácticamente en cualquier capítulo de Boston Legal se plantean argumentos más serios sobre temas importantes que en cualquier sesión plenaria del parlamento o el congreso.

En The Wire hay más verdad sobre educación, periodismo, política o el problema de la droga que en cualquiera de los libro de texto que se estudian en las escuelas.

Es más fácil llegar a comprender cómo funciona realmente la política viendo un minuto al azar de cualquier capítulo de El ala oeste de la Casa Blanca que viendo un debate preelectoral televisado entre los dos candidatos de turno.

¿Entonces? Tenemos historias falsas que se venden como verdades y ficciones que atesoran verdad. ¿No es todo un lío enorme? ¿Qué es verdad? ¿Qué es mentira?

Si Descartes levantase la cabeza nos consideraría a todos colaboradores del Genio maligno. No se fiaría de mí, ni de tí, ni de nadie. Y haría bien.

De hecho, me parece que deberíamos parecernos más a él. Si aplicásemos la duda metódica cada vez que encendemos la televisión, navegamos por internet o leemos un periódico, probablemente nos iría mejor. Aunque claro, hay una pega, eso exige pensar. Pero amigos, pensar tiene algo bueno, es la única forma de existir.

6 comentarios en “LA DUDA METÓDICA

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  2. Rafa, si Descartes levantara la cabeza y leyera lo que dice sobre él en el post, creo que no tendría más remedio que sonreir, aunque sólo sea por la gracia con que lo ha relatado. Y eso que decir que no se fiaba ni de su sombra, no dice mucho a favor de Descartes…jajaja. No me extraña que al final llegara a esta conclusión: «Pienso, luego existo», porque lo que se dice vivir, el hombre no vivía. Ser tan desconfiado en todo, no sólo consige amargar la vida de uno, también la de los que tiene al lado. Además, coincide con un perfil ambicioso de querer descubrir y acertar siempre en las respuestas que se buscan. Ocurre que, de tanto pensar, uno se marea y acaba pensando mal.

    Está muy bien pensar, establecer la duda metódica y hacer o hacerse preguntas, pero hasta cierto punto. La cantidad de información que manejamos es tal y tan cambiante que, pasa más rápida de lo que somos capaces de procesar. Observamos con frecuencia, situaciones sin sentido, como las que comenta. Vemos comportarse a las personas de manera extraña, sufrimos o gozamos de situaciones que no merecemos, pero, por mucho que nos empeñemos, nunca vamos a comprender todo lo que pasa a nuestro alrededor. A veces, lo más inteligente es aceptarlo tal cual, no darle más vueltas y dejarlo correr. En caso de querer seguir pensando, sin dejar de vivir, y sin volverse loco, quizás convenga guiarse por esta buena máxima:
    «Esforcémonos en pensar bien, he ahí el principio de toda moral».

    Es cierto que se da un intercambio de papeles entre la realidad y la ficción.
    La ficción (imaginación) suele reordenar la realidad, cuando ésta, por las circunstancias se convierte en angustiante. Parece lógico. La realidad muchas veces no tiene sentido, en cambio a las ficciones se les exige siempre que lo tengan.

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