WILLING SUSPENSION OF DISBELIEF

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Por Martín Román.

Esta expresión parece ser fue acuñada por el poeta inglés Samuel Taylor Coleridge en 1817. No es la primera vez que la escucho, pero hace poco tomé un taller de actuación con el maestro Eduardo Arroyuelo donde se repitió varias veces. La traducción literal viene a ser suspensión voluntaria de la incredulidad, gracias a ella podemos disfrutar de historias protagonizadas por seres con superpoderes, zombies, naves intergalácticas o máquinas del tiempo.

¿Cómo funciona? Durante las primeras páginas de un libro o los primeros minutos de una obra de teatro o de una película el lector/espectador se dispone y libera de prejuicios para aceptar todo aquello que le ofrezcas, ese universo especialmente creado para el relato. Da igual cuan fantástico sea, lo importante es que sea coherente en sí mismo, si lo presentas correctamente tu público te creerá y se sumergirá en él para aprender y emocionarse. Vendría a concretizar la máxima aristotélica de que más vale una mentira verosímil que una realidad inverosímil. (Ya sabemos que aquello de “parece mentira pero os juro que le pasó de verdad a un amigo mío” no sirve para justificar una sola escena.)

Una vez creado ese universo de una pieza donde, por ejemplo, los muertos vienen dos días al año a conversar con sus familiares vivos que dejaron atrás, la coherencia ha de mantenerse para no perder el “willing suspension of dibelief” del espectador. También en el tono. Si has empezado escribiendo un guión con un tono serio y sublime no puedes de repente empezar a introducir momentos cómicos para aligerar la tensión o, al revés, si arrancaste con una comedia no puedes de repente ponerte serio y docto.

Esa coherencia la has de mantener también con los personajes que transitan por la historia. ¿Cuántas veces te has encontrado diciendo “no me creo que ese personaje haga eso”? Cada vez que piensas algo así se quiebra el “willing suspension of disbelief”, te has salido de la narración, tu mente crítica se ha activado y empieza a ver “la película” en lugar de estar inmerso en ella. Eso es porque se perdió la coherencia, se dice que se ve “la mano del guionista” cuando el personaje actúa para que suceda algo concreto y no según los parámetros que se esperan del él según su comportamiento previo.

Sólo se me ocurre una película donde rompiendo el “willing suspension of disbelief” no se resiente la narración, y es From dusk ‘till down (Abierto hasta el amanecer), de Robert Rodríguez y escrita por Quentin Tarantino y Robert Kurtzman. Una película que arranca con una pareja de atracadores y de repente a los 45 minutos o más se transforma en una película de vampiros. Creo que se sostiene debido a una potente promoción previa que insistía en que era una historia de vampiros y además venía precedida por la actitud gamberra y violenta del autor de Pulp Fiction.

Un momento en la obra Marat/Sade

Un momento en la obra Marat/Sade

Hace unos días fui a ver una adaptación de “Marat/Sade” de Peter Weiss por la promoción de alumnos de La Casa del Teatro 2009/20013 en Coyoacán DF. La escenografía, puesta en escena, dirección y actuación son de un gran nivel, pueden ir a verla de jueves a domingo hasta el 14 de julio y la entrada es gratuita previa reserva (pinchando aquí más información). Disfruté muchísimo la obra, de verdad recomiendo que no se la pierdan, pero hubo algunos momentos en que se rompió mi incredulidad, mi «willing suspension of disbelief». Dos actrices llevaban un piercing en la nariz lo que me llevó a preguntarme si en aquella época en la que sucede la historia alguien llevaría un adorno de esas características, más aún en un manicomio. En determinados momentos hay desnudos en la obra, y ¿qué captó mi atención? los tatuajes de los actores. Siempre he creído que un actor no debe tatuarse, es profanar su herramienta de trabajo, pero si ya los tiene debería preocuparse de maquillarlos o taparlos de alguna forma.

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ANEXO:

Leo las noticias que llegan de España y siento que el Gobierno actual debe haber perdido cualquier “willing suspension of disbelief” por parte de la sociedad. No puedo entender que alguien todavía pueda creer en los mensajes que lanzan: “somos el partido que más hace por la transparencia”, “contra la corrupción: tolerancia cero”, “ya estamos saliendo de la crisis”. Siento que lo que para muchos empezó como un drama (que la derecha que nos llevó a la guerra volviera al gobierno) se está convirtiendo en una mala farsa sin atisbos de comicidad. Todavía no salgo de mi asombro al ver la forma en que está actuando la Fiscalía Anticorrupción en el “caso Blesa”, “el caso Bárcenas” y “el caso Urdangarín”, si la gente no está en la calle no creo que sea porque crean que la Fiscalía está haciéndolo bien sino porque hay tantos frentes (o debería decir afrentas) abiertos que no saben hacia donde tirar.

A algunos esta cuña política les podrá parecer fuera de lugar en un blog de guión o que está metida con calzador. Es una reflexión que hago porque justo hoy 24 de junio se cumple un año de que aterricé por primera vez en México. (Iba a hacer un artículo resumen pero creo que con éste y este otro ya hay suficiente.) Afortunadamente estoy muy contento con cómo me van las cosas aquí y siento que estoy creciendo profesionalmente. Por eso, aunque la situación mejorara milagrosamente en los próximos meses en España me quedaría todavía unos años en este país, pero es doloroso ver que si quisiera regresar ahora no sería posible.