Por Martín Román.
Cumplí mi objetivo. Cuando empecé los cursos de iniciación actoral en DF deseaba realizar el trayecto completo y ponerme a las órdenes de un director con una historia con la que no tuviera nada que ver como guionista. Fue una directora, Carla Larrea Sánchez, estudiante del Centrode Capacitación Cinematográfica, quien me brindó la oportunidad tras la mediación de El Inquilino Guionista.
Cómo actor tenía nervios, como guionista y director tenía miedo de entrometerme en terrenos que no me atañían desde mi faceta de actor. Es decir, empezar a opinar sobre el guión como guionista o la planificación como director. Eso generaba una batalla interna diferente a la que debía lidiar y algunas dudas que me surgían las planteaba advirtiendo ese conflicto mío: “No sé si esto que voy a decir lo digo como actor o guionista…”.
Del guión se agradecía la sencillez, el deseo de contar una historia y no esa intención de dar lecciones cinematográficas en que caen a veces los directores noveles. Carla también es actriz y da mucha libertad a sus actores para proponer. A medida que pasaba el tiempo el guión iba sufriendo modificaciones. En la última versión aparecieron unos diálogos que a mí me parecieron un poco explicativos, directos, con el subtexto demasiado presente. Me daba cierto reparo comentarlo, no sabía si los actores deben hacerlo o no. Tras darle varias vueltas a la cabeza se lo comenté a Carla, su respuesta me tranquilizó: “No soy partidaria de diálogos de hierro, sí me doy cuenta que son más explícitos que los anteriores y es para que quede claro lo que quiero contar. Pero no estoy cerrada a cambios, podéis proponer hasta el día antes del rodaje.”
El día previo al rodaje quedamos en la localización (aquí la llaman “locación” adoptando el location del inglés) para bloquear la escena, es decir, ensayar en el set para ganar tiempo al día siguiente y plantear la iluminación y los tiros de cámara a partir de nuestros movimientos. En los ensayos previos no habíamos trabajado sobre las escenas ni los diálogos, sólo sobre los personajes y siempre en silencio, sin mediar palabra; era el momento de ver cómo adaptábamos esos diálogos en la puesta en escena. La máxima “menos es más” siempre trato de tenerla presente. Alguna vez he escuchado a algún actor quejarse (no pretende ser una generalización) de que le han quitado líneas de diálogo. Yo como guionista tiendo a eliminar diálogos en mis reescrituras, como actor creo que perseguiré lo mismo. Mi parlamento más largo, también más explicativo, propuse recortarlo. Llegué a entendimiento con la directora y lo que eran cuatro líneas quedó en dos.
Llegó el día del rodaje. Sorprendentemente me encontraba bastante tranquilo. Ese estado es algo que hay que atribuir a la directora, gracias a los vínculos y seguridad que se habían creado durante los ensayos con el resto del elenco: Yollotl Manzur (Mariana), Fernando Cervantes (Julio), con quienes rodé el sábado, y Carol Félix (María), el domingo.
Ante la primera toma afloraron los nervios, una vez superada me tranquilicé. Aunque empecé a sentir cierta desorientación en la fragmentación de los planos. Que la escena se grabara cronológicamente me ayudó mucho. Los dos últimos planos eran un plano medio y un primer plano de Gabriel, mi personaje. El momento más emotivo. Había que cambiar luces, tenía 10 minutos para prepararme. Me encerré en el baño (rodamos en una casa y no había espacio que no estuviera ocupado). Ejecuté ejercicios de concentración, revisé mis notas de los ensayos, los subtextos e imágenes metafóricas que había creado… Y regresaron los nervios. A los cinco minutos salí: “Carla, necesito ayuda”. Me ayudó a relajarme. Me guió hacia un momento del ensayo en que, sin mediar palabra, había acabado llorando. Poco a poco fui habitando el sentimiento. Salí al set. Todo estaba preparado. Me senté. En la escena me levantaba y caminaba unos pasos hacia el frente. “Cuando estés preparado” dijo Carla. Cerré los ojos e intenté concentrarme. Por un instante me bloqueé, sentí las miradas de todo el equipo posándose sobre mí. Probablemente no fue así, pero me había autosugestionado. Pedí hacer un ensayo mecánico, estar ante mis compañeros me ayudó, también posar la mano sobre el mueble del fregadero. Sentí el frío del metal y mi dedo lo presionaba, eso me ayudó a crear el estado. “Preparado”. Filmaban en 16mm y no contaban con mucha película (aunque al final sobró). A la segunda toma la directora quedó satisfecha. “Ahora el primer plano”, dijo. Su director de fotografía, Santiago Celorio avisó que debía cambiar de lente. El estado emocional me ganó, me separé del equipo y me fui a un rincón a llorar mientras la cambiaban. No quería soltar el estado distrayéndome. Pero con los retoques de maquillaje y sonarme todos los mocos me tranquilicé un poco. En realidad fue mejor porque era un primer plano y “menos es más”. Hicimos la toma y al decir corten descubrí que la directora también tenía los ojos vidriosos. Eso es lo que se llama acompañar al actor, lo demás son tonterías.
Al día siguiente las complicaciones fueron diferentes. Llegaba el momento de los exteriores. Empezamos con una toma en una calle poco transitada, a primera hora del domingo. Pero luego nos trasladábamos a la entrada del parque de Chapultepec, su homólogo en España sería el Retiro de Madrid o Viveros en Valencia. Se montó un travelling, pantallas para rebotar luz… Éramos la atracción. Como director ya lo había vivido, como actor no. La capacidad de concentración en exteriores, sin un espacio propio y reservado es más difícil o quizá requiera de mayor entrenamiento como actor. Pero además técnicamente era la toma más complicada, con el travelling se pasaba de un primerísimo primer plano a un súper general. Yo empezaba con los ojos cerrados (terror a mirar a cámara) y representaba el final de un número de clown. Intentaba concentrarme pero escuchaba a producción pidiendo que la gente no se detenga, que no mire a cámara… abres los ojos y varias personas hacen fotos, las luces rebotadas no me dejaban ver bien. Aún así conseguí concentrarme. “¡Acción!” Y actué. Espero que quedara bien, a Carla se la veía satisfecha. Yo empiezo a comprender mejor la inseguridad que invade a veces a los actores y cuanto más profundizo en su trabajo más lo respeto.
Con esta experiencia se reafirma mi decisión de ser también actor, de continuar estudiando y preparándome. También, a cada paso que doy en esta nueva profesión encuentro más herramientas que se pueden utilizar en la escritura de guiones.
Este artículo es independiente pero si quieres saber mas cosas sobre este rodaje puedes entrar en El Inquilino Guionista.
qué ganas de verlo!!
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