Help!: Dos homenajes y un zasca!

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por Paco López Barrio

¿Somos tan amigos como parecemos a veces?. El nuestro es un gremio con fama de individualista. Supongo que lo somos, aunque el trabajo en equipo sea la norma. Desde luego siempre podrán contar con nosotros para tomar unas cervezas y contar unos cuantos chistes. Pero ¿somos capaces de ayudarnos cuando realmente es necesario? Y, sobre todo… siendo conscientes de que aspirantes somos muchos y trabajos hay pocos… ¿es cada compañero un rival en potencia?. ¿El audiovisual es una selva donde devoras o te devoran? Supongo que de todo habrá…

He conocido gente muy generosa y gente muy canalla. Así que me declaro incapaz de llegar a una conclusión. Pero, por si a alguien le sirven, aquí van tres experiencias (dos buenas y una mala) que me han hecho pensar sobre el significado de las palabras “ayuda”, “compañerismo”, “apoyo”…

Momento 1. Primavera del 2006

Acabo de pasar dos años de trabajo intenso, contratado por El Mundo TV, en un par de programas para Canal 9. Pero a principios de año se ha cancelado el último de ellos: el Papa está a punto de venir y todos los recursos se van a destinar a la cobertura del evento. En Valencia no hay, ni va a haber por un tiempo, proyectos a los que engancharse.

Hay que buscar trabajo fuera. En esa época no tengo facebook, ni escribo en un blog. Sólo me conoce la gente con la que he trabajado directamente. Todos están aquí y todos están igual que yo. Así que me cojo el listado de productoras y preparo un mail masivo, presentándome, comunicando mi disponibilidad y adjuntando mi CV. De 200 emails enviados, a 195 se los traga la tierra: no hay ni un acuse de recibo. No me sorprende, sé que es lo habitual. Pero me sigue pareciendo una descortesía que me toca los cojones. Otros cuatro obtienen la respuesta estandard: “En este momento no necesitamos la contratación de nuevo personal. No obstante, le incorporamos a nuestra base de datos por si en un futuro…”. No me queda claro si lo redacta una secretaria o es una aplicación automatizada. Aún así se agradece.

Uno, tan sólo uno, de estos emails me llega respondido, desde Barcelona, por el director de la productora. El mensaje es original de su puño y letra (pensado y tecleado por él mismo, quiero decir). Me saluda cordialmente y me invita a visitarle o llamarle por teléfono, a ver si puede ayudarme en algo. Me adjunta su dirección de email personal. ¿Será un don nadie, de una productora pequeñita y sin proyectos? ¿Por eso le sobra el tiempo para recibirme?. Pues no, era Jaume Santacana, en ese momento director de Prodigius Audiovisual, una de las empresas fuertes del grupo MediaPro. Un grande de la televisión y todo un caballero.

Jaume-Santacana
Le escribo y le comento la posibilidad de subir en unos días a Barcelona. No puede de momento, se va a Sao Paulo a una convención de productores y estará allí una semana. “Le doy tu teléfono a mi secretaria y cuando esté de nuevo en Barcelona te llamará. Cuadra la fecha con ella que es quien lleva mi agenda”. Pasadas dos semanas su secretaria me llama y ajustamos una entrevista. Unos días después estoy en la Diagonal de Barcelona, en el edificio del Grupo Planeta, donde Santacana tenía entonces su despacho.

Estuvimos charlando una hora. Le conté mi vida, me contó la suya, me preguntó por amigos comunes en Valencia… y le echó un vistazo a algunos dossiers que le llevé. En aquella época yo había hecho sólo alguna tontería en ficción. Todos mis proyectos eran documentales “de alta gama”. Le parecieron buenas propuestas, aunque “nosotros trabajamos ficción y entretenimiento. No hacemos nada de documental. Pero son proyectos muy interesantes. Enhorabuena.”

Creía que la entrevista se acababa aquí. Le agradecí su amabilidad y emprendí la retirada. “Espera un momento… estos proyectos no encajan en nuestra línea de trabajo. Pero tengo un buen amigo al que es muy probable que le puedan interesar”. Puse las orejas en modo “on”… creía que iba a darme su teléfono o su email para que, de vuelta a casa, comunicase con él. Hizo algo mucho mejor: “Ya que estás en Barcelona voy a llamarle, a ver si pudiese hacer un hueco y recibirte hoy mismo. Así no tienes que volver adrede.” ¡Detallazo!

Una hora más tarde estaba con su amigo en una cervecería del Ensanche de Barcelona. Nos caímos estupendamente, descubrimos que nuestro sentido del humor era similar -algo importantísimo a lo que le solemos dar menos importancia de la que tiene – y, sobre todo, se quedó enamorado de uno de los proyectos que llevaba.

Y lo pusimos en marcha. Estuvimos un tiempo elaborándolo a fondo, recogiendo documentación y contactos… finalmente no salió adelante. Pero el proceso nos permitió conocernos mejor y hoy seguimos siendo amigos. Algún tiempo después volvimos a preparar otro documental, también idea mía, que habría sido espectacular. Casi lo vendimos, pero en el último momento se cayó por causas ajenas a la cadena y a nosotros mismos… Pero seguimos en contacto y, cualquier día de estos, a la tercera irá la vencida. Mientras tanto disfrutamos del afecto y el respeto mútuo, que es mucho más importante que el trabajo. Jaume Grau y yo le debemos esta amistad a Jaume Santacana.

Momento 2. Primavera de 1997.

Entre el 95 y el 97 fui realizador del informativo semanal “Corts Valencianes”, en Canal 9. En esos dos años sólo tuve que ir unas pocas hora por semana a los estudios de Burjassot, para editar o para alguna reunión. El resto del tiempo lo pasaba en la sede del Parlamento regional, asistiendo a plenos y comisiones. O acompañando a sus señorías en algún viaje. Eran los años del Pacto del Pollo, con Zaplana de Presidente del Consell mientras que González Lizondo lo era de las Cortes Valencianas. De esta época tengo un rico anecdotario cómico-político del que sólo hablo en la intimidad.

El equipo lo formábamos tres personas fijas: dos redactores, Xelo y Pepe, y yo. Los cámaras eran cualquiera de informativos que ese dia no tuviese otra tarea y se nos asignaba. Compartíamos producción con “Dossiers”, pero les dábamos poco más trabajo que facilitarnos los tiquets de taxi. Todo lo demás nos lo solventábamos nosotros directamente. Xelo y Pepe ya llevaban años en el programa cuando yo me incorporé. Se conocían al dedillo la vida interna de aquel parlamento, lo que se puede contar y lo que no. Los dos se habían ganado la confianza de toda la cámara, sin distinción de partidos.

Un dia nos llega, de fuentes de la dirección, el rumor de que iba a ser nombrado un director del programa (que llevaba años funcionando sin esa figura). Normalmente presentábamos una agenda al jefe de informativos y ya está. Supusimos que uno de los tres (más probable Xelo o Pepe que yo), sería nombrado director y, salvo que el elegido se llevaría un buen plus, todo seguiría igual. No nos pusimos a competir por eso: al que sea el elegido le felicitaremos, de corazón. Y nos invitará a comer para celebrarlo. Sin más envidias ni malos rollos.

La sorpresa nos la llevamos el dia en que el director de Informativos no diarios, que en aquel momento era Lluis Motes, se presentó en nuestra mesa acompañado de una muchachita de veintipocos años, recién licenciada en el CEU-San Pablo, la cantera del periodismo pepero valenciano (Xelo y Pepe habían estudiado en la Autónoma de Barcelona). Nos la presentó: la nueva directora del programa. Xelo, Pepe y yo nos quedamos a cuadros. Los tres nos acercábamos ya a los 40 y estábamos en la televisión valenciana cuando esta chica empezaba el Bachillerato. Y, como ya he dicho, muchos de esos años trabajando en las Cortes. Su primera medida fue comunicarnos que los resúmenes del pleno los haría ella. Los demás nos limitaríamos a cubrir las comisiones.

 motes

Unos dias después se editaba el programa. Cada redactor montaba su parte. Yo, luego, cogía cada unidad y lo compactaba todo, metiendo sumario, rótulos, cabeceras, cortinillas, lo tenía ya todo menos la pieza de esta chica… pero uno de los operadores de las cabinas ENG nos envía un aviso: la nueva ha montado un cuadro en cabinas, está llorando como una magdalena. Tiene que montar un resumen de siete minutos y la tarea le desborda: “Es que nunca he montado una cosa TAN larga”. Nos quedamos a cuadros. Siete minutos no son muchos minutos. Sobre todo porque no son más que un corta y pega de fragmentos de discursos, más bien larguitos, con algún plano de recurso de quienes escuchan desde sus escaños. Comentario unánime: “Pues que le den”.

Al rato llega Motes muy enfadado. Nos echa en cara nuestra falta de solidaridad con una compañera. Le parece inaudito que unos profesionales veteranos como nosotros le neguemos nuestra ayuda a una joven que está empezando. Ponemos excusas varias, todos tenemos muuuchas cosas que hacer (no es del todo cierto, pero intentamos escaquearnos). Motes insiste en ponernos verdes por nuestra lamentable falta de generosidad y compañerismo. Somos la vergüenza de la profesión.

Ahí ya sentí que me había tocado los cojones sobradamente. Le contesté: “Lluis, esta chica es nuestra directora. Si sabe menos que nosotros ¿para qué la habéis nombrado?. Nómbranos a uno de nosotros y contrátala a ella de becaria. Entonces la ayudaremos con mucho gusto.” Motes contestó: “hombre, esto de la dirección es un formulismo. En realidad todo el equipo sois iguales” “¿iguales? pues se va a llevar veinte mil duros más, por “formulismo”, que cualquiera de nosotros y encima le tenemos que hacer el trabajo porque ella no sabe.”

Motes no entró en una polémica en la que poco coherente podía argumentar ya. Dijo lo único que podía decir: “El problema lo tiene en edición y tú eres el realizador. Te toca a tí ayudarla. Véte a cabinas inmediatamente. Es una orden”.

Poco después llegó el verano y las vacaciones parlamentarias. Por alguna “misteriosa” razón, ya no volví a renovar en septiembre. Me jodió, porque aquel programa, entre nosotros, era un balneario. Pero me alegró no tener que aguantar más la sonrisa Profidén y el bronceado Rayos UVA de aquel tipo. Estos dias, por cierto, se ha hablado mucho de él, como artífice de la maniobra de Canal 9 para minimizar el impacto informativo del accidente del Metro de Valencia. Tal vez pensaba que medio centenar de muertos eran tan fáciles de disimular como la incompetencia de su protegida.

Pero para mi, Motes ha quedado como un ejemplo de uso manipulador y perverso de la palabra “compañerismo”.

Momento 3.  Principios de 2007

Ese invierno hice una de mis mejores inversiones en formación: me apunté a un taller de comedia organizado por la FIA-UIMP en colaboración en El Terrat. Fue un taller largo e intenso: duró un mes, en sesiones de cuatro horas diarias. Entre los profesores estaban Albert Plans (cuyo trabajo reciente en la serie Plats Bruts me pareció una maravilla), Xavi Cassadó (el “guionista simpàtic”, jefe de cazatalentos de El Terrat y compañero de pupitre de Buenafuente en el Instituto de Reus, para mí el auténtico cerebro del proyecto) y Jordi Ventura (coordinador de guión del genial programa de sátira política Polònia, de TV3). Todos ellos gente competente, cordial y generosa.

Pero el profesor que más nos impactó a todos fue el que, a priori, resultaba el menos cómico de todos: Albert Espinosa. Mi única referencia de él en ese momento era como guionista de 4ª Planta, una película sobre niños con cáncer. Una fiesta, vamos. Y que está inspirada en su experiencia real, por haber estado hospitalizado de los 14 a los 24 años. Del hospital salió con una pierna y un pulmón menos, un ojo de cristal y medio hígado. Siempre ha hecho mucha broma con este tema: se lo puede permitir sin que los apóstoles de la corrección política puedan criticárselo.

albert_espinosa

Albert aún no era la estrella mediática que es hoy. Aún no había publicado sus exitosos libros. Y faltaban años para que pusiese en marcha su serie Polseres Vermelles. Se le conocía sólo en el mundillo guionístico de Catalunya y poco más.

Pero Albert nos dió una caña tremenda: con él vimos y analizamos montones de secuencias, nos pasó consejos de Chaplin y Billy Wilder… pero lo mejor era que, de repente, interrumpia su explicación y nos proponía un ejercicio sorpresa que había que resolver en dos minutos. Luego poníamos en común y comentábamos la prueba de cada uno. Era a la vez placentero y estresante.

Todos los asistentes al curso guardamos un entrañable recuerdo de aquellas horas en que Albert hizo por sacar lo mejor de cada uno de nosotros a un ritmo endiablado. El final de su parte del curso fue una breve conversación privada con cada uno de nosotros. No contaré la que tuvo conmigo. Sí os digo que me emociono cuando la recuerdo.

Pero si traje a colación en éste post a Espinosa, es por una referencia breve, pero llena de sabiduría, que hizo al tema de la ayuda entre guionistas. Vino a decir que ya sabemos todos que este es un oficio muy competitivo, que no hay sitio para todos. Pero que le parecía un inmenso error afianzarse en él negando toda ayuda a los demás. A veces somos remisos a decirle a los compañeros que en tal sitio se convoca una prueba de guión, o andan buscando gente para completar un equipo. Nos cuesta facilitar un email o un número de teléfono. “¿Y si el amigo a quien le abrimos una puerta nos acaba quitando el sitio?”. Albert no era partidario de estas cautelas, pero su argumento tenia más de práctico que de moral. Venía a decir (cito de memoria): “Si alguien realmente vale, tarde o temprano se abrirá camino, alguien se fijará en él. El auténtico talento no pasa inadvertido eternamente. Si tiene que pasaros por delante, os pasará. Ninguna de las cautelas con que intentéis evitarlo servirá de nada”. Conclusión: ya que negar la ayuda no os va a beneficiar… ayudadle. Y si triunfa os recordará como el tipo majo que le echó una mano en vez de como el cabrón que le puso la zancadilla. Y será mucho mejor para vosotros.

Le doy toda la razón. Desde la moral, pero también desde el cinismo: Más vale que te deban un favor que deberlo tú. Vito Corleone o Al Capone firmarían esta afirmación. Sufrir el “síndrome de Eva al desnudo” sólo nos servirá para amargarnos y volvernos paranoicos.

Albert Espinosa, como Jaume Santacana, son dos de las muchas personas que, más allá de su propia obra, hacen que nuestro oficio sea más facil de sobrellevar en los malos momentos. Su generosidad es cierta y sincera. Nada que ver con el falso compañerismo que reclamaba Lluis Motes, una pura excusa para forzarnos a aceptar un nombramiento injusto. Unos ayudan de verdad y otros van a la suya de la manera más mezquina y marrullera. Unos convierten el trabajo común en una experiencia hermosa y otros lo convierten en un infierno allá donde dejan su marca.

A gente como Albert Espinosa y Jaume Santacana, mi respeto y mi agradecimiento.  Mi homenaje. A personajillos como Motes… ¿para qué hablar más? Zasca!

4 comentarios en “Help!: Dos homenajes y un zasca!

  1. Nuestro mundillo es más pequeño de lo que parece, y esos soplagaitas (me suelo encontrar uno al año como media) tienden a ser marcados por compañeros de profesión, por lo que tarde o temprano acaban pagando su soplagaitera trayectoria. A veces ganan los malos, sí, por amiguismo, alta cuna, corruptelas, y zigzagueos variados. Pero es parte del juego vital. Por eso, si muero algún día, prefiero que mi entierro esté plagado de esas semillas generosas que he ido plantando a lo largo de los años.
    Totalmente de acuerdo con el consejo que te regaló Albert Espinosa.
    Dando nombres y todo, sí señor. Gran post, Paco!

  2. Gracias por el post. Yo también asistí a un curso de guion de Albert Espinosa y la verdad es que me vino muy bien, no solo por lo que en su día aprendí, sino por que en ese momento me planteaba dejarlo y la conversación que tuve con él (también en privado) al final del curso me animó a continuar y desde luego que no me arrepiento.
    A Jaume Santacana y a Jaume Grau se quienes son de mi etapa en IB3 y aunque, aparte de alguna reunión de contenidos o visita a la sala de edición a revisar algún video, poco coincidí con ellos, pero lo que dices me confirma lo que se decía de ellos en los pasillos y en el bar.
    Me enciende la sangre cuando dicen de alguien que es demasiada buena persona como si tuviera un defecto y debería hacerselo mirar..
    De nuevo gracias y un saludo.

  3. Me alegra saber que los cursos de la FIA no eran tan… como el que yo tuve, en su día (2003, creo). Eso sí, como tuve a Borau, la «organización», que no nos trató demasiado bien, pues la olvido, y me quedo con lo bueno.

    En cuanto al tema… Mi experiencia es que hay de todo. Hay gente que mira para otro lado cuando le dices que estás buscando curro desesperadamente (me ha pasado hace unos meses), hay quien no te dice que ha salido un concurso o una convocatoria… Y hay gente que, al contrario, te propone trabajar en un proyecto o te invita a él (que salga o no, ya es otra cosa, que no invalida el detalle).

    Lo peor es que a veces el tema de «compite y no ayudes» de modo que hay quien te tilda de idiota cuando compartes información sobre posibles empleos. A eso hemos llegado. Pena, que la crisis económica no ha parecido servir para que vayamos más allá de aprender términos financieros; ya puestos, podríamos haber aprendido que el sistema puede que nos estuviera convirtiendo en gente sin ética. Hay quien, de hecho, se reafirma en esto del paro como monstruo que acecha en cada esquina en eso de «yo, antes que nadie». Pero, como en todo, basta cribar. Hay gente buena y gente muy buena en esta profesión. Los otros… Bueno, los otros, ya descubrirán qué poca trayectoria posee ese modo de pensar.

  4. Edificante post. Tengo ejemplos en mi biografía de las dos cosas. El talento debería ser exclusivo de la buena gente. Y diré otra cosa: mis mejores amigos son guionistas. Eso sí, no me casaría con uno. No sé cómo mi marido se ha atrevido. Pero eso es otro tema….

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