NO EXISTIR

Por Gabi Ochoa

Se ha extendido hasta la estupidez la manía de acordarse de los muertos cuando están calientes. El caso llega al paroxismo: quien antes cuelgue en su perfil de Facebook y/o twitter una necrológica sobre la persona fallecida, parece que llega primero a una carrera de obstáculos absurda, sin sentido, donde termina con un DEP descorazonador.

Estos últimos meses han sido fatídicos para el cine español: Fernando Guillen, Bigas Luna, Pepe Sancho, Sara Montiel, Mariví Bilbao, Jess Franco,… parece que enumeremos una listado de grandes profesionales, algo que en apariencia nos afecta, pero que se diluye en un tuit.

La muerte es una cosa seria. Es una cabronada, como diría Berlanga,  y es algo que nos debería hacer reflexionar, pensar, qué es la vida, qué cojones pasa cuando ya no existimos.

Este tuit de Jordi Corominas, el día de la muerte de Bigas Luna me resultó esclarecedor.

Somos una cultura del parloteo, de querer contarlo todo (una cita de Peter Handke que siempre recuerdo: “Al salir de un fuerte shock: necesidad de contar, contar, contar”) pero cuando tenemos que hablar de porqué morimos, del tabú real de la muerte, nos acojonamos.

Pienso en la muerte. La he tenido presente desde hace años. Cuando era pequeño tenía miedo que se cargaran a mi padre de un disparo cuando patrullaba por las noches. La muerte estuvo presente cuando murió Mario, mi vecino de 17 años, Luis, un amigo con apenas veintipocos años o con mis abuelos maternos y paternos.

De mi yaya (que es como llamamos en Valencia a las abuelas) que perdió la cabeza, se me quedó taladrado una frase en el cerebelo. Cuando ya no sabía de lo que hablaba, lo que decía, un día en su casa me miró fijamente y me dijo:

– Nene, yo no me quiero morir.

Me dio un vuelco al corazón, pero entendí. No queremos irnos, no sabemos donde vamos.

Pero yo sí quiero morirme. Cuando toque. Creo en que es necesario. Somos finitos. Y esos es lo que nos aterra y nos hace vivir. Y quiero morir, porque quiero vivir intensamente todo lo que ocurre, y porque creo fervientemente en la ficción como bálsamo de la realidad, y lugar para entender qué es la vida, qué es la muerte, que coño es todo esto.

Por eso me resulta extraño enunciar muertes como quien anuncia colchones: Pepe Sancho DEP, Bigas Luna DEP, XX DEP, porque no veo detrás la reflexión y el aprecio que eso significa por la persona que legó detrás todo eso, la persona que trascendió.

Si recuerdo una de las series que más me ha marcado, “Urgencias”, recuerdo dos muertes que me resultaron duras: la de Eric Foreman, personaje interpretado por Omar Epps, que decide quitarse la vida en un episodio memorable y la del gran protagonista a la sombra de Clooney, el doctor Mark Greene (el actor Anthony Daniels). La lucha de sus personajes por vivir y sus deseos encontrados fueron clave. Sufrieron, sí, pero encontraron vida (ficticia) en su arco dramático.

Hagamos de la muerte, en nuestras ficciones, algo que de verdad llene de sensatez nuestras vidas. La muerte sí, es una cabronada, pero es algo que hace esto único.

“Siempre hay por quien sufrir, por quien amar”, como dice la canción. Yo seguiré pensando que es muy importante vivir cada minuto, tener esos pequeños placeres cotidianos que hacen que todo esto, en ocasiones, tenga sentido, que de hecho, merezca la pena.

Escribid con el bálsamo de saber que aquello que ocurra en vuestras ficciones llenará de vida (y de muerte, porqué no), las vidas de otros, aunque sean en apenas dos horas.

Ese es el mayor placer de un guionista.