YO ANTES ESCRIBÍA DRAMAS SOCIALES

Por Martín Román.

La vida da muchas vueltas y nuestra predisposición y nuestra forma de escribir también cambian. Cuando era un adolescente me costó comprender como Juanma Bajo Ulloa después de dirigir los largometrajes “Alas de mariposa” y “La madre muerta” desconcertaba y nos hacía desternillarnos con la hilarante y psicotrópica “Airbag”. A algunos les pudo parecer una gamberrada, a otros más puristas incluso una traición a su estilo o directamente “haberse vendido” al cine comercial.

Mientras cursaba el Máster de Escritura de Guión para Largometrajes de la FIA en el año 2000 mis compañeros de clase me llamaban chistosamente el Ken Loach valenciano porque mis propuestas y ejercicios casi siempre tenían un componente político, de cine social, y muy asentados en el drama. Recuerdo que antes de decantarme por escribir La Bicicleta me rondaba por la cabeza escribir un drama carcelario sobre los presos FIES (Ficheros Internos de Especial Seguimiento). Me decanté por un mundo que conocía mejor pero aun así no dejaba de tener una base reivindicativa (y en algunos momentos que hoy me sonrojan, un poquito panfletaria) de un medio de transporte más ecológico y de ciudades más respetuosas con el ciudadano. Síndrome laboral, tvmovie que como “La Bicicleta” fue dirigida por Sígfrid Monleón, partió de una idea del director basada en el caso real del Síndrome Ardistyl y cuando me ofreció que la escribiésemos juntos me sentí enseguida motivado, nunca la sentí como un encargo, ibamos a hablar de las situaciones de indefensión de los trabajadores en economías sumergidas (españoles en los ’80, extranjeros sin papeles en los 2000) ante empresarios faltos de escrúpulos.

Por mi cuenta empezaba a hacer mis pinitos como director en solitario con “Tropiezos de Soledad” (rodado en Super8, algún día lo acabaré, lo prometo) o junto a Iñaki Antuñano con “Humildad” (documental) y “Primer domingo de mayo”. Todos ellos protagonizados por mujeres que viven solas, dos de ellas que demandan atención y afecto con tretas más o menos descabelladas. Todos ellos con un tempo reflexivo y muy sobrios. Durante estos años también escribí alguna tvmovie o tratamientos para este formato que no vieron la luz con temas como el bullying o prácticas médicas cuestionables.

El caso es que de un tiempo a esta parte el cuerpo me pide otro tipo de narración. Todo empezó con Zombieland. En aquel momento estaba atravesando una de esas crisis que nos atacan de vez en cuando a los creadores y que nos hace dudar de nuestra capacidad para urdir historias; vamos, que no se me ocurría nada. Tras los trepidantes primeros quince minutos, «Zombieland» me empezó a aburrir soberanamente. Cogí una libreta y empecé a anotar aquellas cosas por las que algunas pelis de zombis me aburren tanto, me di cuenta de que casi siempre obedecían a incongruencias con la realidad. Como no se me ocurría ningún drama con que llenar páginas empecé a modo de pasatiempo a escribir una peli de aventuras con zombis en un futuro apocalíptico cercano.

Pocos meses después me citaban Jorge Antonio Molina Cuquerella y Zoe Berriatúa para ofrecerme escribir con ellos la adaptación cinematográfica de la novela editada por Random House Mondadori “Lazaro Z, (matar zombis nunca fue pan comido)”. Una terrorífica comedia de aventuras con zombis en la España del siglo XVI.

Hubo un momento en que pensé que no iba a escribir más que películas de zombis. Pero Juan Pablo Baéz me buscó para escribir con él el tratamiento de un drama intimista. Fue un descanso ante tantas peripecias, busqueda de gags y sustos y aventuras verosímiles dentro del género de terror.

Pero pasado este paréntesis vuelvo a iniciar la escritura de un tratamiento para largometraje y, para mi sorpresa, empieza ésta toma forma de comedia desvergonzada y algo escatológica a lo American Pie o las historias de los hermanos Farrelly.

Sin darme cuenta, aquella película de zombis que empecé a escribir como un divertimento me tenía absorbido completamente. Me di cuenta que trataba temas políticos y sociales que me preocupan muchísimo pero quedaban ocultos bajo la trama y las peripecias que vivían estos protagonistas. Con “Lázarillo Z” ha pasado algo similar y es que hemos escrito una comedia de aventuras pero respetando el espíritu de “Lazarillo de Tormes”, es decir, cómo sobreviven los pobres en un mundo dominado por los poderosos ¿os suena de algo la situación? Espero que algún día estos dos guiones se convierta en película. Con la comedia que estoy empezando a escribir también parto de una crítica social, o quizá generacional, a mi generación, llevada al extremo.

Visto desde fuera podría parecer una maniobra meditada para “la búsqueda del éxito” comercial (¿alguien sabe cómo se hace eso? ¡que me lo diga por favor!), pero ha sido una progresión inesperada o quizá una reacción ante el desasosiego que causaba “Primer domingo…” en el público. Ahora quiero haceros reír, pero por lo visto siempre voy a intentar haceros reflexionar supongo que para a ver si, con un poco de suerte, alguno de vosotros me da las respuestas a las preguntas que me hago.